Brian Reedy es un profesor de arte que reside en Miami y que es conocido por sus creativas interpretaciones en madera de superhéroes y demás referencias a la cultura pop.
El trabajo de Brian es un comentario satírico a la sociedad actual. Su estilo es una exageración del cómic y de los géneros de la historieta, salpicados con elementos humorísticos. Cada una de sus obras está increíblemente detallada. Todas están a la venta en Etsy.
El artista norteamericano Mitch McGee crea sus obras utilizando una técnica mixta entre la pintura y la escultura. Utiliza capas de madera de abedul que apila de manera que den sensación dimensional que más tarde pinta al óleo. Siempre he estado fascinada con el arte pop y la capacidad de los artistas como Lichtenstein y Oldenburg de convertir objetos cotidianos en fascinantes.
Brad Lamers es un artista autodidacta que comenzó a pintar por puro aburrimiento de trabajar durante muchos años en la industria del cine. Su trabajo ha aparecido en muchos sitios web, en revistas y en varias galerías de Los Ángeles. El estilo de Brad es una mezcla de Pop, arte callejero y arte conceptual, y está inspirado en la cultura pop, los famosos, la música, la ciencia y la América moderna.
Nacido y criado en el sur de California, un niño de los años cincuenta y sesenta, Mark Bryan no pudo evitar empaparse de la cultura pop y la angustia de ese tiempo y lugar. Estaba fascinado por cursis películas de ciencia ficción, superhéroes, la revista Mad, Salvador Dalí, The Twilight Zone, Zap Comics, etc …….. Todos los que tenían una mentalidad del «agacharse y cubrirse» de la Amenaza Roja. Además de la constante amenaza de la aniquilación nuclear, el movimiento de derechos civiles, la guerra de Vietnam, y los asesinatos de Kennedy y King provocaron una conciencia política y una sensación de que no todo está bien en la especie humana.
Hermann Rorschach (1884-1922), que sigue siendo famoso hoy en día por su trabajo psicoanalítico con manchas de tinta, estaba muy familiarizado con un popular juego de salón del siglo XIX llamado «Blotto«.
Tanto fue así, que de hecho cuando era un colegial, Rorschach fue apodado «Klecks» (o «mancha de tinta») por sus amigos – a causa de su fascinación por el juego. Los jugadores tenían que inventar poemas o historias basadas en lo que veían en las manchas de tinta que se creaban doblando el papel.
Este juego lo desarrolló un médico y poeta alemán llamado Andreas JustinosKerner (1786-1862), quien, en 1857, escribió un libro de poemas inspirados en las formas simétricas que creaba con manchas de tinta. Kerner llamó a su abstracciones Klecksographien, («manchas-gráficos»), y se ve reforzada por la mano para crear surrealistas criaturas antropomórficas. Aunque el libro no se publicó hasta después de su muerte en 1890, se convirtió en la chispa que no sólo influyó en juegos de salón, sino en el futuro profesional del joven Hermann Rorschach.
Durante los últimos 60 años más o menos, la prueba de Rorschach fue utilizada como una herramienta de prueba psicoanalítica por muchos psicólogos y, al mismo tiempo, descartada por decenas de profesionales de la medicina. Pero una cosa sí es cierta: la mancha de tinta simétrica ha llegado a personificar el misterio, el análisis interpretativo y la ciencia de la psicología en su conjunto.
En los años 60 y 70, la prueba de Rorschach ya se conoce lo suficiente como para hacerse camino fuera del léxico de los psiquiatras y llegar al vocabulario corriente. Ahí es donde la mancha de tinta simétrica se hizo conocida en la cultura popular, y en 1984, llegó a ser lo suficientemente «pop» como para ser utilizada por Andy Warhol en varias de sus pinturas de gran formato.
El guionista de comics Alan Moore, crea un personaje para su serie «The Watchmen» (1986) llamado «Rorschach«, el cual esconde su identidad detrás de una máscara cambiante que simula las famosas «manchas de tinta simétricas».
En la actualidad, es utilizada en publicidad, vídeos musicales, cine, etc…, donde ya forma parte integrante de la cultura popular.
Thomas Bayrle (Berlín, 1937) a partir de finales de la década de 1960 fue un momento determinado por la necesidad de crear una nueva concepción de la identidad cultural y la sensibilidad estética de un país en estado de agitación, Alemania. Frankfurt, la ciudad en la que Thomas Bayrle vive y trabaja, se convirtió en uno de los más importantes centros de protesta. El milagro económico tras la Segunda Guerra Mundial había llegado a su fin, y la necesidad de revisar los fundamentos y la estructura ideológica de las jerarquías se convirtieron en urgente para toda una generación que sintió la necesidad de escribir la historia en otros términos, y para crear alianzas culturales diferentes de los de anteriores generaciones. El ambiente generado por la presencia americana en Alemania, la crisis en el Oriente Medio y la guerra en Vietnam, sin duda, marcó el punto de partida de una obra que se ha mantenido atenta a la posibilidad de que el cambio se pueda producir en el mundo que conocemos, y que a partir de aquí, otro mundo nuevo y diferente pueda surgir.
Thomas Bayrle, icono del Pop alemán, su trabajo pone de relieve la capacidad del artista para llegar a un lugar lejos de lo que se ha convertido en familiar, donde podemos estudiar cómo los seres humanos y la tecnología que inventamos puede crear o destruir el sentido de las cosas. En su trabajo recurre continuamente a las ideas del movimiento Pop, como la repetición, el mito y el consumo de medios de comunicación, para enfocar la paradójica situación de la sensación, es decir, del matrimonio de la realidad y el sentimiento.
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